Hace unos años, Alfredo Lara, editor, director de las ediciones históricas de la editorial Valdemar y sobre todo buen amigo, me comentó que las mejores cosas que se estaban escribiendo eran aquellos libros etiquetados, equivocadamente, como lectura juvenil. Como siempre le hago caso en lo que a libros se refiere me decidí a hacerme con algunas de las cositas que él me recomendó, al margen de mis compulsivas lecturas franquiciables, como la serie de Gaunt de Warhammer y basurillas de ese pelo.
A Alfredo, en su librería Opar, le compré dos series: la saga del Temerario, una estupenda historia de dragones en plena época Napoleónica y Túneles, una magnífica historia de aventuras por las tripas el planeta. Especialmente esta segunda me gustó mucho y me pareció de todo menos lectura para adolescentes, con momentos de mucha tensión, violencia y desgarro existencial.
El problema es que con el boom vampírico y poteriano han proliferado este tipo de lecturas y, la verdad sea dicha, hay cosas muy malas. No entro en esos truños que circulan por ahí, pero el efecto de las exitosas ventas para jóvenes han propiciado que determinada estética “juvenil” sirva para atraer a ese grupo de lectores. Y es que al ver la portada de El Nombre del Viento pensé que estaba ante una mierda pintada de colorines. Al final me animé a hacerme con él. La razón fue muy sencilla y, por supuesto, friki: el autor es un frikazo de cagarse. Por otro lado torcía el gesto cuando veía las bueníiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimas críticas que en todo tipo de blogs le caían al tocho este –casi 900 páginas- y esas frases de “comparable a Tolkien”.
El caso es que después de un comienzo un tanto frío el libro me sorprendió. Y mucho. Es bueno el jodío. No, no es Tolkien y no creo que se le parezca, ni en la ecología que abunda en las obras del autor de El Señor de los Anillos ni en sus momentos épicos. Ni Martin ni sus giros argumentales, como tampoco es Abnett y su ritmo. Pero es muy bueno, sobre todo en las cosas complicadas, como la exposición de la magia. Partiendo del antiguo concepto del Unguentum Armarium, rozado por Umberto Eco en La Isla del Día de Antes, Rothfuss lo desarrolla con una maestría absoluta. Sólo por eso merece la pena, pero es que la elaboración de la imagen del héroe partiendo de la base de la realidad del antihéroe, es magistral. Y es que no quiero destripar ni el tema ni el argumento. Es más, creo que la propia presentación del personaje en la contraportada, en lo que él mismo dice de si es demasiado pretenciosa para lo que luego sucede en realidad del texto.
Repito, el libro es muy bueno, muy recomendable y una cosa quiero dejar clara: ni me paga nadie nada, ni me han mandado el libro. Me lo he pagado yo. Y os recomiendo que entréis en la vida de Kote…
Ahora que digo Kote. Hace tiempo, unos años atrás, antes de que hubiera aparecido el libro tuve uno de mis personajes favoritos, Derek, un antiguo mercenario y pirata que abatido por una vida de aventura, muerte y traición, decide retirarse, abrir una taberna y alejarse de loq eu había vivido. Allí tiene un ayudante, que se dedica en silencio a aprender magia… La vida de Derek trascurre entre botellas, comidas, granjeros, labradores, y sus días de aventura son una nebulosa que de vez en cuando cruza por sus recuerdos… supongo que esto sonará algo a los que hayan leído El Nombre del Viento. Yo me sorprendí, y sonreí, cuando lo leí y vi las similitudes. Y es que debe haber un universo donde Kote y Derek viven sus vidas ignorantes de que a lo mejor hay otras muy distintas, como lo son las nuestras.
Una cosa más: me leí en dos días 750 páginas. No me pasaba desde Canción de Hielo y Fuego. Y eso ya es bastante decir.
un buen libro..aunque para mi largo y algo irregular...
ResponderEliminara ver si le echo el guante a la 2ª parte
saludos ;)
Efectivamente hay cierta irregularidad en algunas partes, especialmnte la del dragón, desde mi punto de vista. La extensión no me parece inadecuada porque tiene mucho que contar. Me refiero a que no es en balde. Pero ya sabes lo de los gustos...
ResponderEliminarLlegué a la página 80 y cuando dijeron eso de... "y ahora empieza el libro" lo mandé a freir espárragos. 80 páginas de prólogo. Venga, hombre...
ResponderEliminarPues fíjate, no tuve la impresión de que las primeras páginas del libro fueran un prólogo ni de que empezara lento, si algo a trompicones. Me gustó como trató la conversación en la taberna. De todas maneras no soy de los que espera algo rápido para engancharme a ello. Debe ser la edad, pero la inmediatez de algo no va demasiado conmigo.
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