Frikis, reuníos!

El mundo es de los frikis. Todo el mundo lo sabe, pero prefieren ignorarlo y continuar con sus vidas, familias, hipotecas, convencionalismos sociales y lobotomías varias. Ellos disimulan, nos miran de reojo, con recelo. Saben que lo sabemos. Tenemos el control... de nuestras mentes, que ya es pedir mucho.

miércoles, 10 de julio de 2013

Un poco de trasfondo para Maricielo (menores abstenerse, salvo que vayan acompañados)

El sol se filtraba por las cortinas marrones de la habitación. Maerysïel se levantó de la cama y decidió abrir la ventana. Somnolienta bostezó, se estiró como un felino, y cerró los ojos, dejando que el sol de primavera que suavemente caía en Egorian se posara sobre su piel desnuda. A punto de ronronear como un gato miró de reojo a la cama. Entre las sábanas se distinguían los rizos pelirrojos y una buena serie de curvas de la mujer con la que había compartido la noche...y buena parte de la mañana, ya que el sol estaba alto. Sonrió pícaramente y echó un vistazo al bullicio que se percibía desde su apartamento un no muy desvencijado cuarto en la segunda planta de un edificio en Dice End. Abajo, la ciudad bullía y ya había incluso alguna pelea. El dinero iba y venía rápido en Dice End, y las peleas eran un signo de ello. También lo eran las prostitutas, los shows eróticos, las partidas ilegales, las borracheras, los mercenarios y los pervertidos. Era Dice End. Es Cheliax. No hace falta decir mucho más.

 

 

Canturreando, la elfa se hizo dos coletas con su pelo casi blanco mientras poco a poco se iba desperezando. Podría ser un gran día... Quizás una buena partida de cartas... Pero antes hay que desayunar. Oyó un frufrú a su espalda y se puso tensa, alerta. Dos brazos femeninos la rodearon y la acariciaron los senos, para acabar rodeando su cintura. Un mechón pelirrojo cayó por sus hombros.

- ¿Has dormido bien?- preguntó la joven casi en un susurro.

- Si. - contestó la elfa dejando disimuladamente en el marco de la ventana el shuriken que había cogido- muy bien.

En la calle un hombre de casualidad miró hacia arriba y con una gran risotada celebró ver a dos mujeres desnudas al sol, aunque solo se les vieran los pechos. Maerysïel le enseñó el dedo central de su mano derecha mientras fruncía el ceño. Por menos de eso a otro hombre le habría sacado un ojo. Pero en Cheliax esas cosas no tenían demasiada importancia.

- Tienes tu dinero encima de la mesa - dijo como si tal cosa. Rápidamente notó como el abrazo de la mujer pelirroja perdió fuerza. Un segundo después la mujer se había quitado de detrás de ella. El tintineo de las monedas le dijo a Maerysïel a dónde había ido.

- ¿Nos volveremos a ver? Preguntó desde el fondo de la habitación, mientras el ruido de ropa dejaba claro que la joven se estaba vistiendo.

- Quizás - dijo la elfa sin quitarse de la ventana. - nunca se sabe...

- ya sabes dónde encontrarme - dijo la joven pelirroja mientras se dirigía hacia ella. Maerysïel se giró y se quedo mirando los ojos verdes de la chica con la que había pasado la noche. Se besaron con fruición mientras sus lenguas se cruzaban. La pelirroja sonrió y abandonó el piso con un cantarín "cuídate" como despedida.

La elfa, sonriendo se arrojó a la cama de un salto y se quedó mirando el techo, plácidamente, con una sonrisa de oreja a oreja. La habitación no había dejado de oler a sexo y ya estaba pensando en quien elegiría para esa noche...

Hacía tiempo que no tenía vacaciones, demasiado tiempo como para no aprovechar esos pocos días antes de volver a la Sociedad de Exploradores. No se podía quejar, pero de vez en cuando necesitaba volver a Egorian, a Dice End, para saber quien realmente era. Lo curioso es que había dejado esa perversa ciudad para intentar satisfacer la curiosidad por descubrir mundo que la reconcomía desde pequeña. Volvió a sonreír. Nunca estaba satisfecha por nada...

Se levantó con un acrobático salto de la cama mientras se colocaba apresuradamente una bata de seda que dejaba al descubierto casi la totalidad de sus largas piernas. Bajó por las escaleras y a la joven que había en la portería la pidió agua caliente para darse un baño. Cinco minutos más tarde se hundía plácidamente en su bañera, mientras canturreaba y sonreía, dejando que el sol, que entraba ya hasta más de la mitad de la habitación la cubriera por completo. Sólo cuando su estómago gruñó salió del agua, buscó una manzana y mientras se secaba silbando planeaba que hacer.

En una silla su armadura ligera, sus dagas, sus shurikens y su rapier. En la funda su nueva cimitarra. Y en la mesa de al lado todas las cosas que solía portar siempre, desde amuletos, monedas y el Wayfinder, lo que nunca dejaría atrás un Pathfinder.

Un toc, toc leve en la puerta hizo que su mano saltara como un resorte a una de sus dagas. Guardó silencio. Volvieron a llamar.

-¿ Si? - dijo con autoridad.

Una voz adolescente masculina sonó al otro lado de la puerta.

- Busco a Lady maerysiel.. Tengo un mensaje para ella.

La elfa sonrió. Nunca nadie la llamaba Lady. Se levantó, cogió una moneda de una de las bolsas de cuero de su cinturón y a medio vestir abrió la puerta. Ante ella un adolescente extendía una carta sellada con lacre rojo. Rápidamente reconoció la misiva.

- Gracias - dijo mientras le daba una moneda al chico que casi dejaba caer, embobado con la corta camisola que vestía la Pathfinder dejaba entrever tanto los senos como sus bragas de seda.

Con una sonrisa cerró la puerta. El balbuceante joven sólo consiguió dar las gracias cuando la puerta se cerró. Maerisyel estaba segura de que las gracias no eran solo por la moneda...

Rompió el lacre con la daga y leyó sin sorpresa. Una carta de la Pathfinder Society siempre era reconocible. En cinco días tenía que estar en la Logia. En dos estaría allí. Otra misión más. Quizás otra con Taleros, Lady Scar... Quien sabe. Con la Pathfinder Society nunca se sabe.

Se vistió con la cota cuero en vez de con la de malla y se ajustó el cinturón, el rapier y escondió varias de sus dagas. Mientras lo hacía planificaba los tres días que le quedaban antes de marchar.

Bajó rápido las escaleras, sin hacer ningún ruído, solo el apagado roce de su aceitada cota de cuero. Justo cuando iba a salir del portal, una voz femenina preguntó a sus espaldas:

- ¿Estaba bien el agua, señora?

- perfecta - respondió con una pícara sonrisa girándose levemente para observar a su interlocutora.

- Que pase un buen día- dijo la joven criada.

- No será uno, serán tres -contestó la elfa mientras se zambullía en el bullicio de la calle.

 

2 comentarios:

  1. Me ha gustado ... mucho .. me voy al baño ... :D

    Ya te podías pensar en escribir una novela o algo mas largo con las andanzas de Maricielo.

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  2. No tengo tiempo de ná... Y tengo que acabar otro libro. En breve publicaré otro trasfondo para Hellhound y su hermana.

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